Uno de los debates
que rodea a las películas de Star Wars
desde su origen se centra en el papel de las mujeres y en su peso específico dentro
de la saga. Parte de la crítica especializada suele reprocharle a George Lucas
que el número de personajes femeninos es muy inferior al de los masculinos, y
que apenas cuentan con una profundidad psicológica relevante, es decir, que
Lucas no sabe crear personajes femeninos complejos. Sin embargo, esta es una aproximación
superficial para comprender el balance masculino-femenino en tales producciones
cinematográficas.
Como afirmaba el investigador
Joseph Campbell en relación con los mitos derivados de las sociedades patriarcales
“la función de la mujer ha sido devaluada sistemáticamente, no sólo en un
sentido simbólico cosmológico, sino también personal, psicológico. Y su papel
se reduce, o incluso se suprime, en los mitos del origen del universo, igual
que en las leyendas de los héroes”.[1]
En el cine de ciencia ficción de los años cuarenta
y cincuenta, esta visión patriarcal quedaba claramente reflejada en los roles de
género. Los personajes femeninos se limitaban a gritar ante el monstruo terrestre
o extraterrestre de turno, y a esperar a ser rescatadas por el héroe masculino
–para más señas anglosajón, blanco y protestante. Este rol femenino implicaba
por otra parte “la utilización de la mujer como elemento erótico”, cuyo
objetivo era satisfacer al público masculino. Por su parte, el héroe varón era “el
personaje activo encargado de salvar a la heroína y al mundo.”[2]
Anne Francis en Planeta Prohibido (1956) Fred M. Wilcox
El reclamo sexual de la ciencia ficción clásica
Podríamos pensar
que esta visión discriminatoria se reproduce
en el personaje de Leia Organa, prisionera en la Estrella de la Muerte. Se
trataría simplemente de la princesa
que debe ser rescatada del Ogro-Vader por parte del héroe masculino-motor de la
historia. Por ese motivo, algunos críticos cinematográficos han afirmado que dicho
estereotipo solo se habría roto en el cine de ciencia ficción a partir de Alien, el octavo pasajero, con la teniente Ripley interpretada por Sigourny
Weaver en 1979.
La princesa Leia en la Estrella de la Muerte.
Una nueva esperanza (1977) George Lucas.
Ripley mostraba en la película de Ridley
Scott un alto grado de independencia, sujeto de la acción en lugar de objeto,
con iniciativa propia, capaz de enfrentarse al monstruo fálico en lugar de
esperar el rescate de los tripulantes masculinos de la nave Nostromo. Es
evidente que esta interpretación resulta bastante acertada, pero el problema es
que al mismo tiempo ignora algunos datos evidentes. En primer lugar, la
afirmación de que Ripley es el primer
personaje antiarquetípico de la ciencia ficción olvida el alto grado de
masculinidad que mantiene del guion original, un guion en el que se hablaba del
teniente y no de la teniente, es decir, se trataba de un personaje
masculino. Incluso el casting
inicial proponía al actor Paul Newman como Ripley. El cambio de Newman por Weaver no debe hacernos olvidar que dos años antes ya había aparecido la princesa Leia como
personaje femenino que toma la iniciativa por sí misma y no espera a que el
héroe varón la rescate:
Luke: No hay ninguna otra salida.
Chewbacca: [Gruñidos]
Han: No podré seguir conteniéndolos. ¿Qué
hacemos?
Leia: Pues vaya un rescate. Si se entra hay
que tener un plan para salir.
Han [señalando a Luke]: El cerebro es él,
¡encanto!
Luke: Bueno, yo no…
Leia le arrebata el blaster de rayos a Luke y
dispara a los soldados de asalto.
Han: ¡¡Qué demonios hacemos!!
Leia: ¿Tendré que tomar yo las decisiones?
¡Por el vertedero de desperdicios, rápido!
Sigourney Weaver en Aliens el regreso.
James Cameron. 1986.
Gracias a escenas
como esta podemos afirmar que el precedente de Leia anticipa y resulta
fundamental para la existencia de la teniente
Ripley. Del mismo modo, debemos entender que Leia debe buena parte de su
existencia a un figura concreta de la literatura del siglo XX, que apenas se ha
utilizado como referente del personaje ideado por George Lucas. Nos referimos a
Éowyn de Rohan, creada por John R. R. Tolkien en El señor de los anillos.
A diferencia de los
roles femeninos habituales de la literatura épico-medieval de los siglos XIX y
XX, Éowyn no permanece en Rohan protegiendo a las mujeres, ancianos y niños
allí refugiados, sino que decide acudir a Gondor a la gran batalla final de El retorno del rey, lo que da pie a una
de las escenas más memorables de la Tierra Media, cuando Éowyn, disfrazada de
guerrero y con un nombre masculino, Dernhelm, se enfrenta al Rey Brujo de
Angmar, montado en su terrorífico Nazgúl. Sucede en la batalla de los Campos de
Pelennor. El hobbit Merry es testigo de la escena. El rey Théoden ha muerto y
el Nazgúl se dispone a devorarlo, pero Éowyn se interpone ante el monstruo
montado por el Rey Brujo. Una escena en la que se observa una clara reivindicación
de lo femenino en la aventura del anillo único:
-Haz lo que quieras; más yo lo impediré, si
está en mis manos.
-¡Impedírmelo! ¿A mí? Estás loco. ¡Ningún
hombre viviente puede impedirme nada!
Lo que Merry oyó entonces no podía ser más
insólito para esa hora: le pareció que Dernhelm se reía, y que la voz límpida
vibraba como el acero.
-¡Es que yo no soy ningún hombre viviente! Lo
que tus ojos ven es una mujer. Soy Éowyn hija de Éomund. Pretendes impedir que
me acerque a mi señor y pariente. ¡Vete de aquí si no eres una criatura inmortal!
Porque vivo o espectro oscuro, te traspasaré con mi espada si lo tocas.[3]
Éowyn enfrentándose al Rey Brujo de Angmar.
El retorno del rey (2003) Peter Jackson.
Éowyn es un referente
atípico en la literatura de aventuras de la primera mitad del siglo XX, por lo
que no se le puede achacar a Tolkien la escasez de este tipo de heroínas en su
creación literaria, ya que la dama de Rohan supone de por sí una verdadera
novedad en este tipo de narraciones. Lo mismo sucede con Leia en el cine de los
setenta, pero a diferencia de Éowyn tiene continuidad, ya que abre las puertas
a la teniente Ripley en Alien, o a
Sarah Conor en Terminator, rompiendo
así con la esquemática y patriarcal presencia femenina en el cine fantástico o
de ciencia ficción de los años cuarenta y cincuenta.
Sarah Connor al final de Terminator.
James Cameron. 1984.
En cuanto al resto de
roles femeninos de la primera trilogía no son muy numerosos, es cierto, pero debemos tener
en cuenta que la mitad de personajes del Ciclo Lucas pertenecen al Imperio o al
Lado Oscuro, y ninguno de ellos es femenino. En el Imperio existe un claro
desequilibrio en favor de lo masculino. ¿Significa esto que el malvado orden
político creado por Palpatine es masculino y la bondadosa Alianza Rebelde es un
matriarcado dirigido por Mon Mothma? No, significa que en la Alianza Rebelde y
en el Lado Luminoso existe un equilibrio natural entre lo femenino y lo
masculino (propiciado seguramente por la Fuerza), y en el Imperio existe una
exaltación y monopolio de lo masculino, un desequilibrio en favor de este
género, independientemente de los personajes femeninos vinculados al Lado
Oscuro que aparecen en el Universo Expandido, y que en las seis películas
estrenadas inicialmente no se muestran.
Mon Mothma, líder de la Alianza Rebelde.
El retorno del Jedi (1983) Richard Marquand.
Aunque es cierto que en la trilogía original aparecen pocos personajes femeninos (podría hablarse de cierto "síndrome de pitufina", en referencia a la serie de animación "Los pitufos", donde solo aparecía un personaje femenino, rodeado de muchos masculinos), la verdad es que en las precuelas, George Lucas dio un paso más y abandonó ese "síndrome de pitufina", poblando su lejana galaxia con un buen número de personajes femeninos, tanto protagonistas, como secundarios o figurantes.
Por otra parte, todos los personajes femeninos de la primera trilogía de Star Wars contaban con un
perfil positivo. Lo femenino en estas películas era sinónimo del Lado Luminoso, de bondad, solidaridad o altruismo. No existía
una visión negativa-misógina de la mujer o de las mujeres en estas películas.
Tampoco de debilidad, falta de carácter, vanidad o cualquier otro estereotipo
habitual en las narraciones surgidas de las sociedades patriarcales.
Esta idea la podemos
ver reflejada en personajes como la tía Beru, madre adoptiva de Luke, que tiene
una actitud protectora y comprensiva ante las inquietudes del futuro Jedi,
siendo más receptiva que el tío Owen. Se trata de características positivas
frente a la capacidad destructiva del Imperio, simbolizada por la Estrella de
la Muerte y los soldados de asalto. Parecido papel es el de Shmi, la madre de
Anakin, que cumple la doble función de generar vida y protegerla, lo que
redobla su carácter positivo a lo largo de la narración.
Una primera
apreciación sobre estos personajes podría hacernos creer que la vinculación
mujer-maternidad estaría repitiendo estereotipos patriarcales: lo masculino
como reflejo de lo público y lo femenino como componente exclusivo del mundo
privado y familiar. Sin embargo, podemos afirmar que Beru y Shmi no representan ese sistema de valores, sino la
capacidad de la naturaleza para generar
y mantener la vida, para protegerla frente a la destrucción y el caos
representado por los señores de la guerra, es decir, los siniestros agentes del
Imperio.
Para reforzar este
argumento debemos tener en cuenta que el resto de personajes femeninos del Ciclo Lucas (Padme, Leia, Jamillia o Mon Mothma), cuentan
con profesiones liberales, son reinas, senadoras o dirigentes de la
resistencia, implicadas por tanto en la vida pública, mujeres con un oficio no
doméstico y un carácter fuerte. En cambio, en la ciencia ficción tradicional de
los años cuarenta y cincuenta, las mujeres con “poder”, alienígenas en su
mayoría, eran rechazadas claramente frente a mujeres que aceptaban el rol
familiar: “los guionistas inventaban formas para devolver a la mujer a su lugar natural que solía traducirse en la
eliminación de la fémina hostil y la integración de la receptiva, que pasaba
por quedar rendida ante la idea de una tranquila vida en una casita de
Baltimore criando niños”.[4] Star
Wars, de nuevo, rompe con ese estereotipo patriarcal.
Devil girl from Mars (1954) David MacDonald.
El título misógino lo dice todo.
Lo curioso, después de esta reflexión, es que de forma recurrente suele generarse un amplio debate sobre el vestuario de la princesa Leia en el Palacio de Jabba, al
considerarlo sexista. Sin embargo, la lectura de esta aventura “palaciega” es
justo la opuesta. Al capturarla, Jabba el Hutt convierte a Leia al mismo tiempo
en prisionera y en mujer objeto, jugando simbólicamente con devorarla gastronómica
y sexualmente. Pero al final de esta peripecia, ella acaba liberándose de esa
doble opresión ahogando al mafioso galáctico con la misma cadena que la tenía
apresada. Leia se libera a sí misma como prisionera y como esclava-objeto
sexual sin la intervención de ningún héroe masculino.
La princesa Leia en el Palacio de Jabba.
El retorno del Jedi (1983) Richard Marquand.
En definitiva, la
saga galáctica iniciada por George Lucas entronca con la tradición religiosa de Oriente
Próximo (lejana del sistema patriarcal bíblico o grecolatino), según la cual la divinidad era
representada de forma indistinta como femenina o masculina, siendo la forma (el
género) una máscara de la esencia.[5]
Independientemente del debate entre el fandom sobre la calidad de la trilogía Disney, no es de extrañar que en estas nuevas películas (y en series como Ashoka) los personajes femeninos de la saga tengan cada vez mayor importancia. Simplemente supone proyectar en el momento actual la trayectoria iniciada por la princesa Leia en 1977, una princesa fuerte, independiente, líder de la Alianza Rebelde, que no necesitaba de la ayuda de los personajes masculinos para liberarse de ninguna babosa intergaláctica.
La princesa Leia liberándose de Jabba
con la cadena que la tiene prisionera.
Si os ha interesado esta entrada, podéis tener más información en:
· Benítez Bolorinos, Manuel. El viaje de héroe en Star Wars. Mitología, cine y ciencia ficción. Ed. Amarante. Reedición 2021.
· Benítez Bolorinos, Manuel. Star Wars. ¿Una saga feminista? Los roles de género en el cine de ciencia ficción. En: De lo fantástico y lo inadmisible. Coord.: Mario Paul Martínez y Fran Mateu. Ed. Miguel Herrero Herrero, 2019, págs. 11-26.
[1] CAMPBELL, Joseph. Las máscaras de Dios. Mitología Occidental. Alianza Editorial,
Madrid, 1991, p. 181.
[2] DE MIGUEL, Casilda. La ciencia ficción:
un agujero negro en el cine de género. Bilbao, Servicio
Editorial, Universidad del País Vasco, 1988, p. 201.
[3] TOLKIEN, John R. R. El señor de los Anillos III. El retorno del
rey. Ed. Minotauro, Barcelona, 1992, p. 146.
[4] GONZÁLEZ-FIERRO SANTOS, José
Manuel, y GONZÁLEZ-FIERRO SANTOS, Francisco Javier. Vinieron del espacio. Alienígenas de cine. Arkadin Ediciones,
Madrid, 2005, p. 44.
[5] CAMPBELL, Joseph. Las máscaras de Dios. Mitología Occidental…, p. 30.
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